sábado, 3 de septiembre de 2016

Por qué la sociedad solipsista es el oxímoron más deprimente de la historia

La filosofía. El propósito de ella siempre ha sido preguntar lo imposible y responder todo aquello que la ciencia es incapaz de hacer. Es una reflexión de la manera en que la mente humana trabaja, buscando un propósito, un significado a todo lo que le rodea, lo tenga o no; vemos caras en objetos ordinarios (pareidolia), patrones en cosas aleatorias, fantasmas en el vacío. La filosofía entonces, no es más que una persona divulgando en lo que su mente hace mejor: pensar.


El solipsismo (proveniente del Latin solus, que significa “solo”, e ipse, que significa “uno mismo”) es una idea filosófica que dice que solamente la mente de uno mismo es lo único que existe con certeza. ¿Qué significa esto? Básicamente, nos dice que todo el conocimiento fuera de la mente de uno es incierta; el mundo exterior, el mundo con el que interactuamos, incluyendo otras mentes, no pueden ser conocidas e incluso hasta quizás no existan fuera de nuestra propia percepción, fuera de nuestra propia mente. Eso cuando hablamos de una posición epistemológica. También existe la posición metafísica que concluye tal cual que el mundo y otras mentes no existen.

Así que la principal diferencia entre estas dos posturas es simplemente que la epistemológica trata al mundo exterior como una incógnita sin resolución, y la metafísica lo niega totalmente. Claro, podemos bajar por el hoyo del conejo y hablar de cosas como el solipsismo metodológico (que es como un variante agnóstico de esta) que además cuestiona si los requerimientos para el “conocimiento” son justos, si el conocimiento tienen que ser certero para ser considerado como tal o incluso si somos solamente cerebros contenidos en unos frascos y nuestra realidad es actualmente un tipo de sueño. Ahora, este último punto es algo a considerar. Todo lo que percibimos es a través de nuestros sentidos, lo que vemos u oímos es interpretado una vez que las señales alcanzan nuestro cerebro; pero esto no es del todo cierto. No necesariamente requerimos recibir estímulos para experimentar sensaciones; nuestra propia mente es capaz de inventar esos mismos estímulos con los mismos resultados que si sucediera en la “vida real”. Y esto no es un fenómeno raro o poco común. De hecho, todos aquí lo experimentamos cada noche cuando soñamos. Pasamos por cientos de diferentes situaciones y escenarios cada vez que dormimos. Por lo tanto, podemos ver que no es necesaria una influencia exterior para someter nuestra mente a experiencias y por lo tanto, la existencia de los pensamientos es lo único que se sabe con certeza.

Hablemos un poco de la historia del solipsismo, para quizás comprenderlo un poco mejor. La primera vez conocida que tomo lugar el solipsismo fue por el griego Gorgias de Leontini, alrededor del año 400 A.C., a quien se le atribuye haber dicho: 1) Nada existe; 2) Incluso si algo existe, nada se puede saber acerca de ello; 3) Incluso si algo se puede saber de ello, el conocimiento no puede ser comunicado a otros. Como todo buen Sofista, el propósito de Gorgias era mostrar que el conocimiento “objetivo” era una literal imposibilidad. Pero el solipsismo actual se basa en Descartes, y su famosa inferencia “Pienso, luego existo”, una analogía que basa que la comprensión de un individuo hacia todos los conceptos psicológicos (pensar, querer, percibir, etc.) es lograda haciendo analogía con sus propios estados mentales, es decir, su experiencia individual. Incluso el famoso neurólogo Sigmund Freud dijo que otras mentes no son conocidas, solo inferidas de existir. De hecho se cree que los bebes son solipsistas y que eventualmente los niños infieren que otros tienen experiencias muy similares a las de ellos y rechazan el solipsismo.

Finalmente, la teoría del solipsismo amerita cierta examinación ya que se relaciona con tres presuposiciones filosóficas fundamentales:
  1. Mi conocimiento más certero es el contenido de mi propia mente – mis pensamientos, experiencias, afecciones, etc.
  2. No hay una relación necesaria, conceptual o lógicamente, entre el hecho de cierta experiencia consiente y la posesión y disposición de un “cuerpo” de algún tipo.
  3. La experiencia de una persona es necesariamente privada a esa persona.

Es por esto que, volviendo a la cuestión del titulo, una sociedad solipcista estaría repleta de personas que piensan que su experiencia es la única que existe, y todos los que le rodean son un producto de su imaginación. Y eso es realmente deprimente.

AGC