Para que algo se considere vivo se necesita tener un metabolismo —que es el conjunto de reacciones químicas en las cuales el organismo nace, obtiene su alimento, crece, se reproduce y muere— y dando a la siguiente generación la misma información que él tenía, dependiendo de la especie. La más pequeña forma de vida es la bacteria y la más evolucionada (no es fácil de responder, pero se dice que son) los humanos; dentro de cada ser vivo pasan cosas maravillosas a nivel molecular y atómico, es tan así que muchas cosas de las que sabemos de la vida son simplemente teorías.
Nuestra especie está compuesta de más de 200 tipos de células, las cuales trabajan en unísono y nos hacen ser lo que ahora somos; dentro de estas células, que no miden más de un milímetro, las cosas se ponen más complejas: dentro de ellas, en el centro específicamente, hay algo llamado núcleo celular en donde se contiene la biblioteca de la célula, el ADN (ácido desoxirribonucleico), el cual contiene tanta información como la que hoy esta disponible en toda el Internet —y dudo que Internet sea tan grande como el ADN humano—. Esta dichosa molécula puede duplicar toda su información en solo 12 horas sin ningún error. En caso de que si lo tuviera, la célula tiene la facultad de mandarse a la apoptosis (o muerte programada); también pueden entrar los mecanismos de reparación de ADN, que son tan geniales que pueden leer donde está la falla en tan solo minutos. Es como si un humano pudiera leer todos los libros de una biblioteca en tan solo unas horas—¡es imposible! Toda esta información contenida pasa a la siguiente etapa, que es la creación de los ingenieros, los cuales se encargan de leer y expresar lo que está dentro del ADN: el ARN.
El ARN (o ácido ribonucleico), que se diferencia del ADN por solo dos moléculas y que no contiene tanta información, también puede duplicarse sin ningún problema para volverse otra vez ADN (que es de donde viene). Se encarga de crear los mecanismos por los cuales las células hacen todas sus tareas, al construir pequeños robots o proteínas, que son los ladrillos de la vida.
Estructura del ADN |
Guillermo Tell