domingo, 4 de noviembre de 2018

Una pisca de Haití

Antes que nada, quiero compartirles el por qué elegí hacer un trabajo sobre las tradiciones de este país; creo que, aunque somos latinoamericanos, no conocemos esos territorios con fronteras que solemos llamar países, que tienen raíces semejantes a las nuestras, y, como les he mencionado en repetidas ocasiones, yo quiero vagar por todo el mundo, conocerlo como si fuese la palma de mi mano, recorrerlo centímetro por centímetro, lamentablemente yo sé que no podré hacerlo, sin embargo, estoy más que dispuesta a intentarlo. Así comencé a preguntarme qué países visitaría con exactitud y cuando se me empezaron a acabar los nombres de las naciones que quiero visitar, comencé a indagar aquellos de los que nadie suele escupir palabras (como dije ya en el inicio, de América Latina) o de aquellos que no reposan en nuestros oídos con frecuencia, porque desde mi perspectiva que no se hablen de ellos no significa que no sean tan ricos en cultura como lo es México.


Haití fue la primera de todas las naciones latinoamericanas que había en casa, es decir, que ella sabía valerse por sí misma y que sola podría salir adelante, siendo así la primera en independizarse.


Cuando comencé a investigar sobre este país me sentí un poco conmovida y fascinada. Me parece increíble cómo estas personas tienen el privilegio de tener dos lenguas madres, el criollo haitiano y el francés, y de igual manera poseer facciones diferentes a las nuestras, pero al mismo tiempo ser tan similar. Además de eso me cautivó que, al igual que nosotros, ellos tuvieron un sincretismo, tanto cultural como religioso.

Éste país en un practicante del vudú (aunque también esta difundido el catolicismo en él), tienen muchas fiestas y festividades, como la del carnaval de Trinidad y Tobago en la que la ventana de nuestra alma puede percibir una gran gama de colores pues estos han obtenido la voluntad para manipular como marionetas a la gente, logrando una guerra de vestuarios y disfraces, manifestaciones artísticas en la que el cuerpo se deja llevar por los sonidos que abrazan al oído, haciendo que estos sonidos endemoniados realicen una batalla ardiente y emocionante. Y lo mejor de todo esto es que no sólo estos instrumentos demoniacos toman como sus víctimas a unas cuantas personas, sino que se apoderan también de la gente que sólo observa y disfruta estas batallas a muerte, haciéndolas bailar al ritmo de los tambores metálicos.

En la gran mayoría de sus platillos destaca que sus sabores fuertes, tan fuertes que hasta a una mosca pueden ahuyentar, tal como lo es el arroz con alubias, el tassot —que es carne marinada, hervida y frita—, arroz con guisantes, pollo ítalo-haitiano, o el bacalao a la criolla, lo cual es mayormente vegetales.


Lastimosamente Haití es uno de los países más pobre en Latinoamérica.



Quizá a ustedes no les fascinó este país, además de que les compartí apenas unas migajas de lo que contiene y lo que es, pero no lo sé, lo pienso y me parece cada vez más hermoso porque me recuerda un poco a México, pero con su propia luz. Espero que en el futuro se hable frecuentemente de este lugar porque, desde mi vista, vale la pena mencionar su brillantez.

Lilith

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