Vivimos en un momento interesante de nuestra historia, como país y como humanidad. En medio de la era de la información, las personas son agobiadas y sobrecargadas con conocimiento a tal punto que no es realista poder verificar todas las fuentes de todo a lo que somos expuestos, por lo que de vez en cuando alguna falsedad pasa desapercibida. Esto nos queda claro y parecería incluso sentido común, pero me gustaría regresar al conocimiento con el que crecimos para aplicar esa misma lógica; como niños se nos inculcaron varios conocimientos de los cuales muchos los tomamos como evangelio, ¿se han puesto a cuestionar todo lo que fueron instruidos en su niñez?
Esto es un punto de autorreflexión fundamental y engloba quizás la mayor cantidad de causas de su yo actual. Debido al enfoque gigantesco de esto, me encargaré de delimitar esto a un solo tema en particular: la educación escolar. En específico la que se nos instruyo sobre la historia de nuestro país.
El mito: Santa Anna fue un traidor de la patria al vender la mitad del país.
La verdad: Santa Anna no vendió territorios mexicanos por voluntad, pero los perdió en momentos distintos por diversas razones:
sábado, 21 de septiembre de 2019
viernes, 20 de septiembre de 2019
Una Nueva Aventura
“El mundo es un libro y aquellos que no viajan leen tan solo una página”
Quería comenzar este escrito con esa frase porque viajar se ha convertido en una de las partes más esenciales de mi vida. A veces puedo viajar hacia lugares exóticos y otras lo hago de forma simple y local, pero el acto de salir de mi casa y experimentar lugares nuevos, nuevas rutas, nueva comida, nueva gente y hasta nuevas lenguas es algo intrínseco en nuestra naturaleza.
Cuando decido viajar, tomar algunas maletas y meter ahí uno que otro recuerdo, siento que una parte de mí—una milésima parte—se va quedando en el lugar de donde parto, ahí, en este instante empieza la odisea: la eterna pregunta de lo que será después, de lo que representará el viaje y de qué forma permanecerá en mi vida.
Por un momento pienso en la migración de mariposas, en las travesías gitanas, en los tranvías, en el ferrocarril, en el avión, en la brújula, en el camino, en el no retorno, en la huida, en el equipaje, en el barco que se pierde en la inmensidad del mar, en la selva, en la carretera infinita, en fin, en el desplazamiento, en el trasladarse a otro lugar, otro sitio inexplorado y con solo pensarlo hace que piel se me ponga de gallina, hace que me llegue una emoción inexplicable.
Explicando esto de mis mejores viajes fue ir a la playa con mi mamá y hermana en Los Cabos. Me encanta viajar con ellas, me hace sentir llena de vida; claro, también me encanta viajar con amigos, es increíble y súper divertido sin embargo ese viaje fue diferente.
Cuando decido viajar, tomar algunas maletas y meter ahí uno que otro recuerdo, siento que una parte de mí—una milésima parte—se va quedando en el lugar de donde parto, ahí, en este instante empieza la odisea: la eterna pregunta de lo que será después, de lo que representará el viaje y de qué forma permanecerá en mi vida.
Por un momento pienso en la migración de mariposas, en las travesías gitanas, en los tranvías, en el ferrocarril, en el avión, en la brújula, en el camino, en el no retorno, en la huida, en el equipaje, en el barco que se pierde en la inmensidad del mar, en la selva, en la carretera infinita, en fin, en el desplazamiento, en el trasladarse a otro lugar, otro sitio inexplorado y con solo pensarlo hace que piel se me ponga de gallina, hace que me llegue una emoción inexplicable.
Explicando esto de mis mejores viajes fue ir a la playa con mi mamá y hermana en Los Cabos. Me encanta viajar con ellas, me hace sentir llena de vida; claro, también me encanta viajar con amigos, es increíble y súper divertido sin embargo ese viaje fue diferente.
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