domingo, 20 de octubre de 2019

Las Tradiciones Nos Forman Y Nos Unen

Existen recuerdos de nuestro pasado. Un pasado no vivido por nosotros. Fantasmas de ideas que siguen vivas gracias a los héroes de la cultura.

Las tradiciones han prevalecido por siglos, incluso milenios, en todas las regiones del mundo. Son como cicatrices de sentimientos que, ignorando si son negativos o positivos, no queremos que se olviden.  Éstas son un pegamento que unen comunidades con fuerza del sentimiento de pertenencia. Son tan fuertes que son parte importante de nuestra personalidad como tal, y no tanto las tradiciones que tenga tu lugar de origen o donde habitas sino las que practicas. Se vuelven una base en la que se pueden sostener tus valores y creencias. A partir de ésta, y otros detalles que nos conforman, moldeamos nuestra personalidad.

Fuera de el poder que éstas tienen en nosotros también debemos considerar la importancia de conocerlas a fondo, y me refiero a sus simbolismos ya que todas las tradiciones están llenas de éstos. Y es que una tradición practicada sin saber por qué se hace es solo un hábito, y la gran diferencia entre estos dos es el sentimiento que carga uno por el significado que tiene. Sus simbolismos son parte esencial de estas y quitan ese hueco que tiene un hábito que puedes no saber por qué lo haces.  No matemos a los cuerpos preservados de nuestros antepasados ignorando partes esenciales de ellos. Entendamos su totalidad y practiquémoslas con fervor altivo de orgullo y sentimiento.


Una de las partes fundamentales de una cultura son sus tradiciones. No convirtamos a nuestra cultura en una llena de huecos que en algún momento se agrietará y destrozará.
No es atarnos al pasado, es dejarlo ir pero tatuarlo en la mente para recordarlos con amor y pertenencia. El ser humano necesita de ese sentimiento de pertenencia y sin una cultura es algo difícil de conseguir. Seamos parte de esos héroes de cultura.

También es astuto señalar la importancia de conocer tradiciones de otras culturas. El entender el punto de vista de otras culturas que han vivido cosas distintas a la propia genera una empatía que llegará a unificarnos en una cultura global. Es identificarnos con todo humano que es parte de una cultura distinta y así poder llegar a una paz y armonía de creencias y culturas. Ser ciudadano del mundo. Aún con nuestras diferencias sabemos que estas tienen el mismo origen y el mismo fin que harán de eso una unión. 

Quiero cerrar con un texto del escritor ecuatoriano Raúl Pérez Torres que me encontré al divagar:

Cría Cuervos. Una reflexión de la Cultura.
La cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria. Un pueblo sin cultura solamente podrá aspirar al cemento armado y al último modelo de carro. [...] La honradez, la lealtad, la solidaridad, son lobos esteparios arruinados. El pueblo gordo de avaricia, tambaleándose en la nueva realidad, no sabe qué hacer con lo que tiene. Le han caído del cielo los hospitales, las universidades, las carreteras, el trabajo, el sueldo mensual, las pensiones. Ahora si puede carajear, ahora sí puede insultar, solazarse y manifestar su ego escondido, ahora nadie le ningunea, puede hasta dilapidar y enseñorearse y pervertirse, porque es su derecho. Nadie le quita su derecho. El Estado vigila y propone su derecho. Se le entregó el pez sin enseñarle a pescar. Analfabeto de principios y de símbolos. Su egoísmo, su individualidad, su mediocridad, su ambición, están garantizadas. Lo primero que define y permite una transformación es la cultura. Y la cultura es la percepción que tenemos del mundo, la forma en la que accedemos al otro, la posibilidad de llenar el espíritu de una sensibilidad bondadosa, es la fuente de nuestro comportamiento y la herramienta para manejar el buen vivir en la sociedad, en la comunidad, el aprendizaje diario de la generosidad y el respeto al otro. En la televisión denigrantes estereotipos de nosotros mismos, en el cine la manera más sofisticada de asesinar a tu padre, en la política falsos profetas, en la administración pública prestidigitadores del hurto, en la escuela el implacable ejemplo de las drogas, en la familia la violencia y el alcohol como un mueble más, en la vida cotidiana la grosería, el trato burdo, el insulto brutal. Amores eternos que terminan en la comisaría. Deseos de que a nuestros hermanos les azote otro terremoto por no pensar como uno. Por eso hay que llegar al pueblo con humildad, por eso hay que tocar sus resortes guardados para que salte su sensibilidad, por eso hay que llenarlo de poesía y de música y de literatura y de teatro, y de la sabiduría y el ejemplo de los hombres y mujeres que construyeron la patria. Por eso hay que poner en sus manos el arte, la ética y la estética, porque, si para algo sirve la cultura es justamente para eso, para sensibilizarnos, para hacernos más comprensivos e incluyentes. Nunca quiso escucharme. Y ahora la ceguera de un pueblo aturdido, de un pueblo al que no se le dio la oportunidad de abrir su corazón a la cultura, da cabezazos, grita y blasfema, sintiéndose olvidado y herido. Dispuesto a sacarte los ojos.

Fibonacci

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