martes, 17 de marzo de 2020

¿Qué tienes, Zaratustra?

Estaba sentado Zaratustra admirando el vacío de la pradera que tenía al frente suyo sin decir alguna palabra.
Entonces uno de sus amigos más cercanos, el que vive en su misma casa, se le dirige de forma curiosa: "¿Qué tienes, Zaratustra? Te veo apático y sin decir alguna palabra en varios días"




«No he tenido la necesidad. He estado contemplando la realidad tal como es. He estado viendo realmente, observando el jurado de forma callada. De esta forma me he deslindado de mi Yo Soy. Me he vuelto lo blanco en lo negro, lo negro en lo blanco, y de esta forma he podido ver cosas que antes no veía y sentir cosas que antes no sentía.
Mi alma descansa atrás de la montaña que guía todo, viendo la pradera y lo que el río del tiempo va trayendo hacia este lado de la montaña.
Por eso no me has escuchado, por eso no hemos hablado. Por eso no he sonreído, porque cuando analizas no sonríes, sino que lo haces cuando descubres. Y yo no he descubierto mas que cenizas de ideas que se han sido quemadas por las llamas de la verdad y que son tantas que ni el aire se las lleva, formándose así unas dunas de mentiras incineradas. Las montañas de las cenizas de las mentiras.

Qué raros son los camellos, que les encanta caminar entre estas dunas y que cuando encuentran una más bella, sin dudarlo se dirigen a ella. Pero nunca se alejan de ellas, porque a ellos no les gusta la sombra que dan los árboles dibujados por niños, sino que les gusta el reflejo dorado de las dunas, su luz dorada de lo negras que son. Los leones que ahí habitan se adueñan de las tierras, proclamándose gobernadores de las dunas. Y los camellos le temen, porque conocen su voluntad que mata, y mata bien. Les temen y obedecen su voluntad.

Y antes de ser dunas de cenizas, ¿qué fueron aquellos lugares? Pues sorprendido estarás al descubrir que antes de aquella miseria había un niño que dibujó en su lugar árboles con sombras que inspiraban y que se llenaban de aire puro.
Un pintor de ideales, que cuidaba y adornaba cada vez más su bello jardín profeta.
Pero como todo niño, se aburre rápido y cambia de ideales, de materiales y de juguetes; así, abandonando su bello jardín a la merced de la llama de la verdad que quema hasta lo más vivo, creando escenario perfecto para los camellos sumisos y los leones avariciosos.

Esto es lo que he estado analizando, y que por eso no he sonreído. Esperaré hasta ver a un niño con mis propios ojos y saber que aún existen semejantes seres, y no importaría encontrarme un espejo en el camino o una sombra que me atormente. Al final solo quiero ver a un niño dibujar.»

Fibonacci

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