domingo, 19 de agosto de 2018

El primero de próximos

En vacaciones de semana santa de hace un año o dos, mi padre nos dijo a mi hermana y a mí que quería que fuéramos de viaje, como a Guanajuato, Zacatecas, Michoacán o a la Ciudad de México, pero solo un día, o sea llegamos en la mañana y nos vamos en la madrugada del día siguiente, en lo cual estuve súper de acuerdo porque siento que los viajes cortos se disfrutan más. Entonces como a mi papá, a mi hermana y a mí nos encanta viajar, sacamos rápidamente nuestros celulares y empezamos a buscar en todas las páginas de internet en que autobús nos saldría más económico viajar y a donde iríamos, porque aún no estaba determinado el lugar que conoceríamos. Mientras todo esto estaba pasando mi papá me decía que es lo que podíamos visitar en cada lugar, como ir a conocer las tumbas de Guanajuato, conocer Morelia en donde mi papá se enamoró del Gazpacho y de lo chiquito y hermoso que le fue este lugar, o conocer la enorme Ciudad de México de la que me ha hablado tanto, me ha dicho que si la comparamos con Guadalajara es como ver una hormiga a lado de un perro, pero finalmente el lugar que se robó mi atención, corazón y entusiasmo fue Zacatecas, porque mi papá me mencionó que en este lugar hay minas de plata, que ahí está la Quemada (un sitio arqueológico), que Zacatecas es patrimonio de la humanidad por su arquitectura tan característica. Por lo cual, yo súper emocionada le dije a mi papá que fuéramos a Zacatecas, entonces ahí me empecé a enfocar más en los costos de Zacatecas, en donde vi que la mayoría se salía un poco del presupuesto de mi papá.
En la noche siguiente estábamos en la estación de autobuses con nuestra pequeña maleta (la cual sinceramente no recuerdo que tenía) y nos acercamos para observar con el fin de determinar a dónde iríamos, porque aún no estaba decidido, entonces en ese instante me sentí nerviosa y presionada porque a donde fuéramos sería grandioso y ahí entraron muchas dudas porque mi papá nos decía a mi hermana y a mi “o podemos ir a Melaque, en donde su mamá y yo tuvimos nuestra luna de miel o a Puerto Vallarta o a Manzanillo o a Barra de Navidad”.
Después de un largo rato de haber estado los tres indecisos, mi papá compró los boletos del autobús que nos llevaría a Barra de Navidad. Al llegar ahí en la mañana lo primero que hicimos fue comprar trajes de baño porque pues realmente ir a la playa no estaba en nuestros planes, ¡en lo absoluto!
Para resumir, tuve la golpiza de mi vida por una ola, tuve una de las mejores y más cansadas prácticas de Lima Lama, escuché la mejor anécdota de mis padres, que mi mamá y mi papá también se fueron de mochilazo pero que ellos durmieron en la arena y por ello mi mamá amaneció con dolores de espalda y gracias a esto descubrí porque a mi mamá no le gusta ir de mochilazo a ningún lugar.
Al anochecer mire el cielo lleno de estrellas y oscuridad, pero lo que realmente me traía saltando como niña chiquita era ver la luna en la completa oscuridad, al fin dejarle a ella sola el cielo sin estropearla con estrellas artificiales, pero tristemente la luna me decepcionó, le dio pena y no me dejo verla. Sin embargo, el otro planeta que tenemos aquí, me dejo ver como cada vez que anochecía más, se extendían sus olas a lo lejos, noté como poco a poco este mundo terminaba mientras otro empezaba sin dejar ni un rastro del anterior.
Sé que solo fui a la playa, que no hay mucho que ver, pero no lo sé, no sé cómo describir lo que siento siempre que lo recuerdo o lo que sentí en el momento, supongo que se debe a que además de que amo viajar, fue muy improvisado y viajé superficialmente al lugar al que le tengo más admiración y fascinación del mundo.
Lilith

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