sábado, 22 de agosto de 2020

No hay literatura que no sea real

Estaba dormido, creo, soñando en que estaba en mi biblioteca. Miles de libros me veían con lujuria, esperando ser abiertos y con los ojos venerados pero con la lengua y los labios juzgados a sus espaldas.
¿Qué será que tanto desean estos papeles llenos de letras sin orden ni fin? Me encanta ver cómo solo se creen como si fueran raíces que sostienen la realidad evitando así un derrumbe de letras y números aún más desordenados pero no menos entendibles que cuando estaban en las hojas. Me quedé admirando, imaginando qué será lo que tienen debajo de esas portadas. Unas llamativas, otras simples que solo los curiosos y verdaderos lectores de lo incomprensible gustan leer.

Me harté de imaginar así que agarré aquel libro sencillo, no más de 13 capítulos. Mis ojos quedaron atentos pero mi mente confusa. No entendía, nada. Me parecían garabatos flotando en un sinsentido. Solo veía pero no entendía. Me faltaba leer, saber entender pero simplemente no podía. Mi cabeza me ardía de solo intentar buscar patrones en una aleatoriedad tan notoria que ni el escritor de esto podría recordar. Pasé 10 horas con 9 minutos exactamente en encontrar algo, pero me costó mi sanidad mental. Quedé aterrado al empezar a entender. Mi mente no podía seguir trabajando. Solo puedo decir que el mismo Necronomicón del árabe loco queda parvífico en comparación de estas 
irrazonables miserias.

Estos garabatos equivalían a ideas enteras, no eran carácteres que unidos formaran ideas, nexos, artículos. No se podían pronunciar al hablar, sino que se pronuncian al callar. Se escuchan en el silencio mientras intentas no quedar trastornado. Pero había un problema: el garabato que veías en una página, más adelante verías uno exactamente igual pero reflejado en todos los sentidos, totalmente contrario. ¿Por qué me pondría algo contrario e ilógico este aterrador escrito?

Se pone aún peor: había capítulos absolutamente vacíos. Los capítulos 4, 6, 7, 9, 10, 11 y 12 estaban vacíos de garabatos pero llenos de misterio. Se alcanzaba a notar una enorme y ligera nube de gas que se deformaba. Percibía ciertas formas en esta nube, recuerdo haber visto una cruz pero esta se desvaneció. También recuerdo ver un árbol, se desvaneció igualmente. Vi luego una máquina, duro tiempo solidificándose esta imagen para luego desvanecerse igualmente. Me atoraba en la incomprensión que me agarraba de los ojos y de las piernas. No me dejaba avanzar y me cegaba no poder razonar. Entendía que había algo pero no sé qué, ni cómo, ni por qué, ni para qué.

Después de ver un rato más los capítulos con garabatos, estos me empezaron a encandilar con una luz negra que salía de sus trazos cada vez más incandescentes. Poco a poco dejaba de ver los garabatos, las hojas, el libro. Poco a poco empecé a dejar de sentir, no sabía si seguía teniendo el libro en mis manos. Sentí que no sentía y que me unía con la nada. Dejé de ver la oscuridad para empezar a ver un vacío. No sé a quién llegue esto, no sé si llegue a alguien. Espero me salve el recordar cómo escribir, aunque no pueda sentir el papel siendo escrito por mi pluma, aunque no pueda sentir la conexión entre mis pensamientos y mis manos. No sé si solo imaginar pueda salvarme de este vacío que no se percibe pero sé que está ahí al no poder pensar. No sé si algún día, si es que siguen existiendo, pueda vivir de nuevo.

Extraño la oscuridad en la que se puede ver. Extraño poder no ver, extraño poder sentir.

Fibonacci

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