viernes, 12 de junio de 2020

Durante la noche

Estaba jugando en los prados de alrededor de la casa, el sol comenzaba a quebrarse por las garras de la oscuridad, mi madre desesperada, con el susto en la boca, comenzaba a buscarme mientras yo jugaba con toda la tranquilidad del universo en el bosque, bailando apasionadamente con los truenos y las gotas que las penumbras de la noche me brindaban.
¡Vi algo! Freno en seco para observar detenidamente qué es, quien podría ser. Había algo allí, en las orillas del estanque, enfrente de mí, era pequeña, se veía débil e indefensa, me acerque lentamente para no asustarla, pero comenzaba a sentir seca mi boca, sentía como si hubiera hecho muchísimo ejercicio, observe algo muy extraño; ¡unas escamas! Me desmayé.
Su hija ha sufrido de una deshidratación, manténgase aquí unos minutos para que el enfermero le pueda suministrar suero, en una hora, a lo mucho, la pequeña Agatha estará lista para volver a casa. 
Al día siguiente mi madre no me quiso dejar salir al bosque. 
¿Cómo se te ocurre pensar en salir Agatha? ¿Qué habría pasado si no te hubiera encontrado? Habrías muerto, así que hoy no saldrás. 
Al anochecer, sentí una necesidad de ir al bosque. La incertidumbre de saber qué era ese ser con escamas me estaba matando. El problema es que no me sentía al cien por ciento, todavía estaba muy débil. Eso, no me detuvo. Llegué de nuevo, al estanque, me acerqué. Estaba envuelta en las refrescantes ventiscas, las cuales no estaban acompañadas de nieve, sino de una fuerte y contundente brisa. Una brisa que me hablaba, no podía parar de acercarme al estanque, estaba hipnotizada. Al fin pude ver unos extraños peces, peces que tenían una cola hermosa, deslumbrante, de todos los colores. Mi cara estaba a treinta centímetros de distancia con el agua. Vi una cola traslucida, donde los huesos de ese extraño pez se podían observar. Diez centímetros de distancia y pude ver que no era un pez, la mitad de su cuerpo parecía una persona humana, hasta que, cinco centímetros de distancia, un horroroso graznido acompañado de la abertura de lo que parecían ser sus orejas, un asqueroso y baboso cuerpo aparentemente humanoide, sus ojos como los de un gato, una mirada intimidante, asesina, dientes puntiagudos, eran como pequeñas cuchillas. Treinta milímetros de distancia, caí al agua. 
Buenas noches señora Aegea, su hija se encuentra bien. Al parecer sólo ha caído al agua y tenía bastante agua en los pulmones, pero gracias a usted hemos podido ayudarla a tiempo. Debe de reposar al menos dos semanas, de lo contrario podría contraer un terrible resfriado.
A la mañana siguiente me desperté en mi habitación, en mi cama. Me sentía fría y húmeda. Por lo que me envolví en mis sabanas. En la oscuridad de éstas, pude sentir en mi cuerpo esas filosas cuchillas atravesar todo mi cuerpo, recordé cómo esas bestias del tamaño de mi mano me comían lentamente, sentí como si me despedazaran un millar de pirañas. Ya no quería volver. 
Las clases empezaban, por lo que me tenía que levantar temprano para tomar el camión de las 5:30. Mi primer día, cuando mi madre aún seguía dormida no pude evitar largarme de ahí, volver al estanque para observar esos pequeños seres traslucidos, hipnóticos por su graznido. Abrí la puerta del patio trasero hasta llegar al estanque, solo que esta vez ya no estaba. Me di la media vuelta y sentí como una brisa cálida y fresca me tomaba por la cintura. Un baile comenzó. El aire cantaba una canción, la cual me relajaba cada vez más, me ponía ligera como la hoja seca de un árbol, al ser otoño. Respirar se hacía cada vez más pesado, mi corazón se aceleró, por dentro estaba aterrada, la adrenalina estaba a tope. ¡No puedo respirar! ¡Necesito ayuda! Empujé bruscamente el aire y al fin pude respirar. Cuando hice mi primera inhalación noté a un ser que parecía una mujer, pero tenía alas, un cuerpo flácido, verdoso y esquelético. La vi en el suelo y… abrí los ojos, mi habitación, mis cuadros, mis libros estaban en el suelo. Aún era de noche, un terrible soplido del aire tumbo todas mis cosas, mi ventana estaba rota, lo cual no me importó, ya que vi a ese mismo ser con alas, flácido, verdoso y esquelético pasar por mi cuarto, encorvado. Intenté no hacer ruido para no alarmarlo, pero con mi respiración me logró localizar. Estaba enfrente de mi cama, de perfil, sus brazos colgaban casi hasta sus pies. El tiempo avanzaba muy lento. Lentamente fue girando su rostro para verme, tenia unos ojos profundos, oscuros, los cuales me jalaban hacia ella, como si de un agujero negro se tratara. Respirar se volvía una tarea difícil, demasiado oxígeno, un torbellino en mi cuarto, no podía gritar, ya no tenia voz. Sentí una terrible desesperación, no poder gritar, lloraba de impotencia y de terror. 
 Hija ¿estas bien? 
–Sí, mamá. 
Ese monstruo me la arrebató. 
Al parecer su hija durante la noche, forzó mucho sus cuerdas vocales. Debe descansarlas durante una semana, no debe de hablar, con eso se sentirá mejor.
Con mi ventana rota ya me sentía indefensa, cualquiera de las horrorosas bestias que he visto podían entrar a mi habitación. A decir verdad, una ventana no las podría detener. Fui al baño. Al regresar sentí que habitación era muy caliente, me quemaba los pies con el simple hecho de caminar, tenia mucho calor, sudaba a mares. Con una fuerte inhalación sentía que me quemaba los pulmones. En los escombros de mi ventana vi un extraño anfibio, pequeño, parecía una rana, pero tenía una larga cola con un color naranjoso, como si de lava se tratará. Lo ignoré, ya que a unos cuantos metros de mi casa estaba el oscuro e inmenso bosque, era normal encontrarse animales extraños. Ignorarlo, me costó muy caro. No podía dormir, o si quiera descansar, abrir los ojos me pesaba, mover un dedo me hacia sudar a cascadas. Con todas mis fuerzas me senté en la cama, en mi cuarto había cinco de esos pequeños anfibios. Pasaban por la ventana rota. Esos cinco se volvieron diez, quince, veinte, treinta, ya no pude contarlos. Mi cuarto se volvió un volcán a punto de erupcionar. Uno de ellos se subió a la cama, otro lo siguió, otros dos hicieron los mismo. Cuando uno de ellos se dignó a subirse a mi pecho, esa asquerosa babosa me quemaba, intenté gritar, pero no pude, lo cual lo hacía más doloroso. Me paralicé. Otro se subió a mi frente, el dolor era tanto que solo podía retorcerme. Uno a estómago, otro a mi pelvis, otros cuatro a mis piernas, dos finalmente en mis pies. El ultimo fue el peor; uno entro a mi vagina. Amaneció. 
Dejé de dormir en las noches, así que todo el tiempo estaba cansada y débil. Me pare enfrente del espejo. Ya no era la de antes, unas gigantescas ojeras, unos ojos hondos como un pozo, mi boca dejó de ser humana, mis dientes afiliados como los de un tiburón se veían de oreja a oreja. Me volví débil, esquelética, el color de mi piel se volvió gris, sin vida, mis brazos colgaban hasta mis pies. Mi cabello dejó de crecer, por lo que estaba totalmente lampiña, era como un espantoso anfibio. Al tocarme te quemabas. 
Su hija sufrió de una fiebre que nunca había visto en toda mi carrera médica. (Agatha está terriblemente enferma, no creo que sobreviva, pensó el doctor). Por lo que he podido notar, su cuerpo está luchando por sobrevivir, así que por un tiempo su cuerpo no podrá normalizar su temperatura, usted deberá de ayudarla. 
Mi madre estaba conmigo casi todo el tiempo, me comenzaba a sentir segura, hasta que una noche vi un enano parado enfrente de mi cama, no hacia nada, solamente me observaba. Era oscuro, tenía plantas y tierra alrededor de su cuerpo. Unos ojos rasgados, pero pequeños, negros. Todas las noches estaba enfrente de mi cama, llego el décimo día de sus visitas. 12:00 am, estaba a dos metros de mi cama, 2:00 am, medio metro de distancia, 4:00 am, ya estaba encima de mi pecho. Mi madre se encontraba a un lado de mi cama, un pequeño sonido, un ligero roce con su mano habría bastado para que despertara y me ayudara. Sin embargo, seguía sin poder hablar y algo hizo este ser anormal que no podía moverme, de hecho, solo podía mirarlo a él. Mi vista se desvaneció. 
Todos creyeron que un terrible y atípico resfriado la mató, todos creen que nadie intervino. Solo tu y yo sabemos la verdad, Agatha no murió debido a un resfriado. 

Lilith

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Este blog AJEF da la bienvenida a cualquier tipo de pregunta, crítica o debate sobre sus publicaciones. Recuerda mantener un lenguaje profesional.