viernes, 5 de noviembre de 2021

El miedo a la escritura y la superación del súperescritor

 En nuestro paso por la vida han llegado cientos de miedos. Nos han aterrado y nos han frenado de forma sigilosa. Todos hemos querido expresarnos pero parece que algunos tienen un trauma que surge desde que empieza nuestra educación elemental causando una deficiencia al momento de escribir (Bustamante S. 2011). La idea de que hablar es diferente a escribir nos puede llevar a pensar que al escribir estamos en un lugar totalmente distinto al que conocemos en la oratoria. En ese lugar que creemos desconocido surge ese miedo a ser descalificados o que simplemente no nos expresemos de manera correcta. De esta forma llegamos a lo contrario a lo que queremos: ser entendidos.


En este escrito analizaremos primeramente el concepto de súperescritor. Un personaje un tanto mitológico que todos hemos pensado pero nadie le pone nombre es el que nos atemoriza. Después nos pondremos a analizar distintos escritores bastante exitosos para ver en qué coinciden y seguir su ejemplo para nosotros poder vencer a nuestro adversario. Procederemos a recordar lo que es la escritura para finalmente ver por qué es importante el análisis que hemos hecho, no solo en cuanto a nuestra habilidad o interés en la escritura sino en la vida diaria.

Y ahora, ¿qué o quién es el súperescritor? Él es una idea. La idea de un tú que escribe perfecto, que no es descalificado ni criticado, que es totalmente entendible y que tiene ideas innovadoras. Más que una idea es un ideal que en fundamento es inalcanzable. Así se diferencia una aspiración a ser un escritor grandioso de este concepto que nos frena hasta congelarnos. Gracias a él empezamos a presionarnos demasiado al punto en el que nos sentimos chicos al lado de él. Vemos tan arriba la vara que pensamos que no vamos a lograrlo y por consiguiente nos frenamos a nosotros mismos incluso al punto de ni siquiera intentarlo.

Podemos intentar vencer a nuestro adversario solos pero parece muy poco inteligente sabiendo que existen escritores famosos de los cuales podemos aprender. Tal vez nunca escribieron o escribirán explícitamente sobre esto pero basta con leerlos para conocer algo importante de ellos. Como dice Héctor Gómez Gómez (1992) “Escribir es una actitud del alma” y por ello en las letras del autor está implícita la firma de la suya. Podría atreverme a decir que al leer un texto de alguien podemos conocerlo de una forma más profunda que de ninguna otra. ¿Acaso hay algo más personal que un texto escrito para uno mismo?

Hay dos personajes que quiero analizar aquí: Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche. Estos dos personajes comparten algo interesante y pienso yo que es algo que los marcó demasiado como pensadores y escritores. La dureza y poca compasión al criticar es lo que nos demuestra que ni uno ni el otro eran personas con poca confianza en sí mismas. Muy frecuentemente, en especial en el Ecce Homo de Friedrich, se notan argumentos en referencia a la propia autoridad. De esto podemos inferir que su autoconciencia les daba la seguridad de que sus pensamientos y, por lo tanto, sus palabras eran sólidas. Pero no solo eso, sino que esa solidez sumada a los sentimientos tan fuertes de estos autores convierte las letras en flechas llameantes.

Algo notable en la escritura de estos autores es su rico conocimiento sobre la gramática (no es sorpresa alguna ya que ambos tienen estudios en filología). Cito nuevamente a Gómez (1992): “Para escribir correctamente hay que tener presente una serie de consideraciones relacionadas con el buen gusto, el sentido común, la espontaneidad, los modelos de los buenos escritores y las normas gramaticales.” Aquí me remito no solo a esta cita del autor sino a su entrada completa. El conocimiento aplicado sobre los rasgos superestructurales de los textos no solo proporcionará coherencia y cohesión sino que también limitará la tolerancia del lector frente al texto volviéndolo más fácil de entender y más digerible.

Si también analizamos la vida de ambos autores podemos asumir que eran buenos oradores. Schopenhauer fue profesor de la Universidad de Berlín siendo admitido incluso habiéndose enfrentado a Hegel que estaba en el tribunal. Nietzsche tuvo una exitosa carrera en la docencia que, con varios méritos, demuestran ineludiblemente su habilidad para la oratoria. Con lo anteriormente dicho quiero hacer notar la importancia de la relación de la oratoria con la escritura. Citando a Sonia Bustamante (2011): “...se observa que los [escritores] competentes acuden a su gramática personal pues asocian la escritura con la oralidad formal...” Quiero subrayar la palabra “personal” pues no se puede “hablar como alguien más”. Me refiero a que esta gramática personal se consigue leyendo distintos textos diferentes y otros similares para poder moldear tu pensamiento en cuanto a lenguaje y gramática se refiere. Enriquece tu oralidad y por lo tanto tu escritura con lecturas afines. 

“Transitar por los misterios de la palabra. Crear imágenes y enhebrar ideas, será siempre y en cualquier circunstancia, la mayor conquista del espíritu.” (Gómez, 1992) Así vemos que la escritura no solo consiste en expresarse sino en conquistarse, en liberarse. Por esta razón dominar la escritura y superar los traumas que estén relacionados con ella no solo te abrirá puertas académicas, sino que te dará mucha confianza, mayor orden en tu pensamientos y por lo tanto una mejor comunicación oral.

Estas son las herramientas que te dará el practicar la escritura y enfrentarse a la crítica de los conocedores y de los ignorantes. Solo así podrás utilizar la caja de herramientas que conseguirás con esta práctica. Lee e imita a los mejores, escribe, exponte a la crítica y solo así te darás cuenta de lo que has logrado. Supera al enorme súperescritor, no siendo más alto que él, sino descubriendo que éste es tu propia sombra.

Fibonacci

Bibliografías

Gómez Gómez, H. (1992). El arte de escribir correctamente. Revista Universidad EAFIT, 28(87), p. 81-88.

Bustamante, S. (Diciembre, 2011). La Escritura de Textos: Un problema gramatical, retórico y psicológico. Revista Paradigma. Vol. XXXII, p. 39-52.

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