viernes, 3 de diciembre de 2021

Nuestro nombre, nuestro, nosotros

Entre estas columnas hay tres brazos que nos mantienen unidos. En las palabras que se pronuncian mientras dirigimos nuestro corazón con raciocinio al ara se manifiestan sutilmente. Orden y dirección se hacen presentes en la conjunción de nuestras mentes que celebramos hoy con gran orgullo y pasión. Es la celebración de nuestra alma mater la que nos invita a reflexionar sobre la importancia y el valor de nuestro nombre. 


Hoy, tenemos la blanca libertad. Está sucia, pero de sangre que se derramó por ella. ¿Qué es sino lo más noble que tenemos, pero aun así lo más pesado de nuestra existencia? ¿Cómo vivimos nosotros con el peso de nuestras propias decisiones? Sería más fácil ser esclavizados por ideas, palabras, personas o por nuestra propia mano, pero es cierto que en este agridulce sabor que tenemos al celebrar se adueña uno de su propia voluntad. “¡Esto es lo que quiero!” exclamaría la persona que no tiene dueño, no obstante, su goce está siempre amenazado por el cancerbero que en nuestra marcha intentamos derrocar.

El otro. Ese extraño que nos despierta preocupación y hace que nuestra realidad se tambaleé. Lo vemos hacia abajo, hacia arriba, pero solo al que vemos como otro “yo” le estrechamos la mano en igualdad. No vemos en la otredad sino lo que queremos ver y, como Procusto, le cortamos las piernas o se las estiramos para que el cuerpo esté del tamaño de la cama. En este camino vamos negando a las personas si no nos reflejamos en ellas y terminamos en genocidios de luz; los otros se vuelven invisibles, no menos que un muerto en el olvido. El conflicto se vuelve permanente y la única salida, el enfrentarlo. Pero es virtuoso  de nuestra parte no huir ni atacar, sino abrir el diálogo, pues en este no hay conquistador ni conquistado; se procura la igualdad. Solo hay un fluir dextrógiro que nos deja empaparnos de lo que se presenta en este momento; como iguales nos permitimos entendernos, aun si no se lograra este cometido. Las palabras se pronuncian más dulcemente cuando hay oídos honestos en atención.

El más cálido de los tres nos ha llevado a abrir puertas para que compartan con nosotros el pan y la luz que aquí se nos impregna. Nuestros ritos y relatos nos reflejan con el otro, nos unifican. ¿Acaso no vimos la misma luz en el momento de nuestra llegada? Es encontrar entre nosotros algo que nos incita a bajar nuestros muros, ponernos vulnerables al prójimo, dejarnos ver. Fluir para los mismos sentidos, colarnos en las mismas grietas, empapar a los demás con el agua de nuestro actuar. He aquí la hermosa manifestación de este valor: cada uno de nosotros, de los presentes y de los ausentes, de los vivos y los muertos, de los aún por venir, de las letras y los lectores, de las palabras y los oyentes. Todos estos nos influyen, todos nos forman. Por eso todos, aunque diferentes, no somos muchos, sino uno solo; una sola fraternidad. 

Estos tres valores no se pueden tomar por separado, pues se complementan horizontalmente unos a los otros. Logran esta unidad que siempre buscamos en nuestro taller. Así pasa desde los conceptos hasta la AJEF en su totalidad. Libertad, Igualdad y Fraternidad #7 no sería lo mismo sin alguno de nuestros QQ·.· HH·.·; igualmente si algún taller no existiera, la AJEF no sería igual; si un hermano o hermana estuviera en ausencia, la AJEF no sería igual. Agradezco entonces a todo factor que influye en que estemos aquí presentes para festejar. ¡Enhorabuena! Disfrutemos del manjar que servimos al seguir con nuestras responsabilidades y objetivos que buscamos en nuestra discreción. Sigamos los caminos del bien, procurando la Fraternidad Universal.

Fibonacci

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